jueves, 30 de agosto de 2007










Homenaje a la tipica casa campesina colombiana

HABITANDO EL ESPACIO

Homenaje a la típica casa campesina colombiana

Esta casa diseñada por el arquitecto Ezequiel Alarcón, revive los rasgos de la arquitectura en la región de Barichara.

El encanto de una casa campesina en imágenes .

Con 300 metros cuadrados en el casco urbano de Barichara (Santander), diseñada por el arquitecto Ezequiel Alarcón, se retoman rasgos de la arquitectura tradicional de la región.
Durante los últimos 17 años el arquitecto santandereano Ezequiel Alarcón ha vivido y trabajado en Barichara, lo que le ha dado un conocimiento privilegiado sobre la arquitectura del lugar.El desarrollo de esta vivienda en el casco urbano de Barichara, declarado Monumento Nacional en 1975, implica la realización de proyectos que toman en consideración las condiciones arquitectónicas locales.
Se trata de un sector consolidado en medio del pueblo, por lo que el manejo del lote en cuanto a sus áreas construidas y no construidas, las alturas de la construcción y los materiales utilizados obedecen a la reglamentación municipal.Por eso lo primero que salta a la vista del proyecto es su fachada de tapia que armoniza con el entorno y determina el acceso al lugar.El arquitecto la define como un “frente de casa de pueblo” que garantiza la armonía con el vecindario. La casa se desarrolla con un lenguaje muy santandereano -franco y austero- en su concepción espacial y en el uso de los materiales. Está conformada a partir de volúmenes sueltos en los que se distribuyen los distintos ambientes.
Así queda de manifiesto la influencia campesina en su concepción pues, como dice Alarcón, “dichas casas se desarrollan por etapas, a ritmo de las necesidades y los recursos; así surge un área para la cocina, otra para las habitaciones y un caney como lugar de trabajo”.La primera estancia corresponde a una habitación de huéspedes y la vivienda de quienes cuidan el lugar. En la segunda, se ubica la habitación principal y la de huéspedes, y la tercera está destinada a la actividad social y a otra habitación para los invitados.El conjunto de la casa se levanta en medio de un lote de 1.100 metros cuadrados en el que se dejan libres 830 para los patios, jardines y zonas verdes. “Me interesa la relación que se desarrolla entre los volúmenes y cómo estos conforman espacios y el juego de cubiertas que se da”.Cuando se cruza la tapia, el visitante llega a un zaguán y luego a un patio donde la exuberancia de la vegetación complementa los colores de la construcción: blancos, ocres y tierras. Hacia este patio central se abre el caney que se constituye en un espacio longitudinal de 23 metros de largo por 4 metros de ancho, que podría considerarse como el volumen principal dentro del conjunto y el que acoge la vida social. Allí las hamacas colgadas y el amoblamiento fresco y relajado a partir de muebles de mampostería invitan a descansar. En este espacio abierto es interesante el trabajo a nivel de muros sueltos y columnas que con distintos grados de espesor y anchura plantean una relación interesante entre planos abiertos y cerrados, que ocultan o permiten mirar al exterior.Otro aspecto que valoriza lo realizado en el lugar es el trabajo a escala de los materiales que denotan maestría en el oficio.Es el caso de la piedra de labor con bloques de 50x50 centímetros utilizada en los muros, las tabletas de arcilla provenientes de la vereda de Guayabal y la madera utilizada en el armazón de la cubierta del caney.El arquitecto comparte el crédito de la factura final de esta casa de recreo con el equipo de construcción que lidera José Manuel Muñoz, un maestro de la región quien ha acuñado un saber que se remonta a cuatro generaciones.